sábado, 25 de junio de 2011

Mañanera

La sombra como asustada
se escondió en el pastizal,
lanzó su trino el zorzal
anunciando la alborada,
en un charco reflejada
se miró la última estrella,
y al verla plateada y bella
al agua de la laguna,
parecía que la luna
se estaba bañando en ella.

El lucero’e la mañana
se perdió rumbo al poniente,
y el sol asomó su frente,
roja ardiente, soberana,
sus vivos tintes de grana
cargó en unos nubarrones;
en los camperos fogones
quedó sólo el braserío,
e hinchando su lomo el río
se hundió en unos cañadones.

Volvió el bullicio y asombra
al quebrar con gran derroche
el silencio de la noche
que huyó junto con la sombra.
Sobre la mullida alfombra
que se tiende en la llanura,
ha engarzado con finura
el rocío sus brillante
cual lagrimones de amantes
arrancaos por l’amargura.

Es la hora fresca y serena
en que la pena se olvida,
y amamos más a la vida
pues la sentimos más buena.
Y todo nos encadena
a las cosas de este suelo,
alcanzando un gran consuelo
pa la mayor aflicción:
¡Cómo si su bendición,
Nos diera Dios desde el cielo!