Presten todos su atención,
señores les contaré
un coloquio que pasó
entre un caballo y un güey.
Un güey estaba bebiendo
en la orilla de un huadal
y a cada rato decía:
—¡ Qué triste y grande es mi mal!
Un caballo que lo oyó
cuando estaba en lo mejor,
—No diga, amigo, le dijo,
que mi vida es mucho peor.
El hombre me ha hecho su esclavo
no me deja descansar,
noche y día me trajina
en su afán de trabajar;
Si hay que hacer algún aparte,
traer una punta o carniar,
lo primero que se acuerdan
es de hacernos ensillar;
Si tienen que hacer un viaje
o salir pa algún destino,
no se fijan que esté enfermo,
cansao, bichoco o chapino.
Si hay yerra, trilla o esquila,
siempre atao en el palenque
sufre la suerte maldita
de la espuela y el rebenque.
En el lomo del caballo
va el paisano a la frontera,
cuando no le da la juria
por lucirlo en las carreras.
Cuando es potro vive bien.
Pero apenas dejó e´ ser,
no le tienen compasión
y empieza su padecer.
Un momento pensó el güey
y en seguida retrucó:
—Mucho peor es la vida
del pobre güey en su ley.
Cuando es toro en el rodeo
sabe que lo han de matar,
si no es su triste destino
vivir para trabajar.
Él es quien labra la tierra
pa el maizal o el alfalfar;
él con su santa pacencia
pa el trigo tiene que arar.
Cuando se lleva la lana
o hay carga pa la ciudá
la picana le ensangrienta
sin piedá ni caridá.
¿Quién carga con los ladrillos
que hay que traer pa edificar?
¿Quién lleva todas las cosas
que se van a negociar?
¡Ay, mi amigo, créame,
más peor es mi condición!
El hombre nos trata fiero
sin tenernos compasión.
—Perdone, gran amigazo,
dijo el caballo atareao,
toavía es peor nuestra suerte
que todo eso que ha contao.
Si va el caballo a la yerra
o a carniar o rejuntar,
su pecho resguarda al gaucho
si alguien le quiere cornear.
En medio de la batalla,
¿Quién lo libra de la muerte,
o que caiga prisionero
por su triste y mala suerte?
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