jueves, 20 de octubre de 2011

Orillando el cañadón…


Un recadito pobrón
y dos riendas de cadena;
un cojinillo que apenas
lo aprieto con un cinchón,
madrugón, tras madrugón
y el día resulta chico,
pero si quiere le explico
pa’ que sepa compañero,
que el trabajo de nutriero
no es para irse de hocico…

Pa’ comenzar la nutriada
tengo un tostado sillón,
tiene marca del patrón
bien clarita en la quijada…
las trampas bien colocadas
esperan de boca abierta,
ni bien el día despierta
ya me largo a recorrer
y enseguida alcanzo a ver
un chajá que da su alerta.

Atravesando juncales
voy tiritando de frío,
escuchando el griterío
de distintos animales;
gaviotas y teros reales
vuelan haciendo piruetas;
el agua que no esta quieta
forma olas y remansos
como acunando a los gansos,
patos, cisnes, gallaretas…

Y después de andar un rato
“como chancho en el maizal”,
voy rumbeando pa’ un pajal
donde le tiendo a unos gatos.
Si he trampeado uno, lo mato
con un gesto de alegría
y al hacerlo, a sangre fría,
pienso ¿por qué lo maté?
pero cazando un montés
rinde mucho mas el día.

A veces siento dolor,
que no lo calmo con nada,
por culpas de las heladas
que me han tratado con rigor.
trabajos, habrá mejor:
mensual por día o puestero,
pero yo le soy sincero,
no se si tendré razón,
mientras haya un cañadón
¡yo seguiré de nutriero!

Juan R. Tellechea, Gral Madariaga, setiembre de 1980.
Foto sacada de la web

1 comentario:

  1. Lindo verso Javier, no lo conocía. Conozco el libro de una sra. Tellechea,pero de este Juan no sabía nada.
    Carlos

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