Estos eran cuatro viejos
que empezaron a contar
hazañas que tenían hechas
en tiempo e' su mocedad.
Esto sucedió un domingo
al apuntar el lucero
entre una cocina vieja
con bastante leña al juego.
Uno e' los viejos decía:
—Yo, cuando era melitar
me fui a una espedición
para la sierra del Volcán.
Ya dentramos entre los indios
como perros en majada
y al bajar de una cuchilla
y al subir de una quebrada:
"De un lanzazo me maté
cuarenta indios y una china".
El otro viejo decía:
—Yo no he sido melitar,
lo que sí me e' ejercitao
en el trajín de domar.
Me paso pa la otra banda
para domar conchavao,
pa más señas mi patrón
era don Juan, el pelao.
El día de mi conchavo
me hicieron mucho agasajo.
Luego me dice el patrón:
es preciso que madrugue
a prencipiar el trabajo.
Casualmente allí había
una manada de overos
ande andaba un alazán
mentao de malo y ligero.
Al otro día e' mañana
echan yeguas al corral
y me dice el capataz:
—Amigo, traiga el bozal;
—Ya voy con mi bozalito,
el cabrestito y las riendas,
ya estaba el pingo enlazao,
los ojos como linternas.
Y me dice el capataz:
—Ensille este redomón
ándele un poco despacio,
que es de la silla, el patrón.
Confíao en esta palabra
cuando ya estuvo ensillao,
de un brinco me lo salté
y le prendí las de fierro;
gritaba como demonio
el diablo del redomón.
—Ya decía yo entre mí:
¡Pucha, el de andar del patrón!
Y van a creer, camaradas,
lo que les voy a contar:
"Corcoveó trescientas leguas
nunca me pudo voltear".
El otro viejo temblando
todo atareao por hablar:
—Yo, dijo, les contaré
de cuando era marinero
andando en las mares altas
ande está sereno todo,
se me va, caray, al agua
un reló cadena de oro.
Y yo, que viéndolo estaba,
a desnudarme empecé
y al agua me descolgué
en busca de este reló.
Y van a creer, camaradas,
lo que les voy a contar:
"Que por sacar un reló
me sacó setenta y dos".
El último viejo dijo
después de pensar un rato:
—Yo no he sido melitar
ni marino, o domador.
Me conchavé en una estancia
nada más que pa enlazar.
Entonces gozaba fama
como güen enlazador.
La estancia tenía toros,
vacas, terneros, novillos,
potros, yeguas y potrillos
por todo como cien mil.
Un día me levanté
pa dir a hacer la carniada
y junté todos los lazos
que tenía en la ramada;
los até unos con otros
con un ñudo potriador,
di güelta en todo el corral
pa afianzarlo en treinta palos,
luego arreglé la armada
y enderecé pal rodeo.
Cuando estuve a veinte cuadras
ya comencé a revolear;
y van a creer, camaradas,
lo que les voy a contar:
"Por enlazar una vaca
me enlacé todo el rodeo"
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