A la una te miré,
a las dos te quise amar;
a las tres te empecé hablar
y a las cuatro te adoré.
A las cinco me ausenté,
a las seis ya no te ví
y hallé tu cariño escaso
cuando a las siete volví.
Cuando a las siete volví
hallé tu cariño escaso
a las ocho no hice caso
y a las nueve ya me fui.
Eran las diez, ay de mí,
y mi amor que era de bronce
se desvaneció a las once
y a las doce me dormí.
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